
Por un momento el tiempo se distorsionó y coincidí con mi hija Judit en la edad; parecíamos dos niños de 10 años que miraban los diferentes sabores y colores y no sabíamos por cuales decidirnos. Por suerte, teníamos a nuestra elección una caja de 12 y otra de 6 cupcakes. Los escogimos de diferentes sabores y colores, para prueba nuestra foto de la cajita en cuestión.
Solo os digo que nada más salir, tres de aquellos cupcakes fueron devorados por nosotros, mientras dejábamos de sentir el frío que hacía en Barcelona a un lado, nos trasportábamos a sensaciones placenteras, más celestiales y menos terrenales. La ilusión en cada bocado.
Todavía nos quedan por probar, pero eso ya no os lo contaremos…

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