Partiendo de una receta elaborada por un amigo, se me ocurrió una variación. A veces, en la nevera no hay gran cosa, pero la inspiración te hace ver múltiples combinaciones, este era un día de esos.
Separamos 4 yemas de huevo y las ponemos en salmuera, con medio litro de agua por 200 g de sal y 200g de azúcar, todo bien disuelto durante una hora. La textura final es impresionante. Pelamos unos langostinos y reservamos los cuerpos en aceite, las cabezas y el resto lo ponemos a hervir con agua, sal, un poco de cebolla y perejil, lo machacamos cuando esté listo y lo pasamos por un colador. Añadimos una taza de café (medida) de crema de leche y harina (2 cucharaditas) mezclada en frio y lo incorporamos al caldo de marisco hasta que rompa a hervir, reservamos. De unos calamares, hacemos tallarines finos, salteamos en un wok con poco aceite, sal y pimienta. Las patas de los calamares las dejamos para el final. Marcamos los langostinos en la plancha. Con las patas de los calamares enharinadas en tempura, las freímos en aceite.
Como detalle, hacemos un aceite de perejil, que nos servirá para darle algo de color verde al plato. Este es el resultado.
Seguimos con algo de carne. Un filete ruso y espinacas salteadas con beicon ahumado y crema de leche para hacerlas algo más cremosas, todo eso envuelto en pasta filo, pintada con aceite o mantequilla, para darle color. Con un pincel de silicona, pintamos el fondo del plato con una reducción de garnacha.
Para maridar estos platos, escojo dos vinos, un blanco, Parellada de Carles Andreu, muy sutil en aromas pero amplio en boca, con muy buena estructura, siendo agradable y complejo con un punto cítrico que lo hace fresco (87 puntos). Un tinto para la carne, de una bodega visitada recientemente, Vinya Plans, de Rosa Mª Torres, un vino complejo y perfumado en nariz, algo femenino, en boca se muestra sedoso, amplio y fondo algo balsámico, mentolado (90 puntos), un gran hallazgo.
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